domingo, 13 de septiembre de 2009

Nuevas investigaciones destruyen un viejo mito sobre el cerebro

Nuevas investigaciones para viejos mitos



Pese a que la capacidad intelectual suele atribuirse a la “sustancia gris”, imágenes en color y 3D muestran al entramado de las prolongaciones neuronales como responsable del olfato, la vista, el movimiento, e incluso relacionan la sustancia blanca con la inteligencia.


No sabemos si en 1968, cuando Phillip Dick escribió “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” soñaba adelantarse a la ciencia. Lo suyo era la ficción, la ciencia ficción, pero en su novela esbozó un futuro posible. Allí, un científico dotaba a una sofisticada robot de última generación con una memoria artificial, cargada de una supuesta historia familiar. Esto la humanizó tanto que ella se enamoró y fué correspondida por su perseguidor, un cazador de androides. Lo cierto es que cada época busca en el arte o en la ciencia una respuesta a la pregunta insoslayable: ¿qué es en este mundo lo que nos hace humanos?


Luego de la teoría evolucionista de Darwin, la biología se hace esta pregunta con técnicas siempre innovadoras. Desde la anatomía comparada de cerebros de distintas especies , con microscopio electrónico o no, hasta las computadoras, ahora las nuevas tecnologías nos dan una visión inesperada del funcionamiento cerebral. En este sentido, el siglo XXI no abandona aquel viejo anhelo jamás apaciguado y parece privilegiado para responder.


Uno de éstos nuevos métodos, creado en Estados Unidos por el Dr. Van J. Wedeen (2005), neurocientista del Massachusetts General Hospital, en Boston, se basa en la resonancia magnética (M.R.I.) y técnicas de difusión (D.S.I. o Tractografía), que permiten conocer la compleja trama del tejido nervioso. Como especialista en Imagen Biomédica y con motivo de la publicación de las imágenes así obtenidas, dijo a El Mundo.es - Nos basamos en la difusión de agua y el patrón que ésta sigue… para conocer las características de las fibras cerebrales. Su objetivo es “ ver la verdadera anatomía del cerebro y no sólo su superficie”.


Para Van Wedeen, las típicas exploraciones dan “una versión del cerebro gris” cuya estructura real ha permanecido oculta hasta hace poco. Sus increíbles “fotos” pueden usarse para construir un modelo del córtex y combinarlo con otras imágenes de actividad cerebral, y así “mapear” tanto la arquitectura íntima de una lesión, como las zonas cerebrales activadas en respuesta a experiencias particulares. Y… ¡sorpresa! Lo que aparece funcionando no está asociado a un grupo neuronal aislado en la “sustancia gris”, sino a la intrincada maraña de axones y dendritas, la “sustancia blanca”, que como el cableado de un circuito electrónico, conecta unas neuronas con otras.


No obstante, las controversias en busca de explicación para la inteligencia no están resueltas. Muchos estudios comparativos entre conductas y cerebros de animales y humanos siguen atribuyendo mayor coeficiente intelectual a la mayor cantidad de neuronas de la corteza cerebral. Y esas dos palabras, “sustancia gris”, acompañadas por el dedo índice en la frente, aluden todavía a la capacidad de resolver problemas.
Una tendencia clásica sobre el papel de la sustancia blanca, es la de Chet C. Sherwood, biólogo del Departamento de Antropología de la Washington University. Sus estudios ( sept. 2006) postulan que las fronteras de la evolución en los primates estarían marcadas por el aumento -para los humanos- de la sustancia blanca respecto de las neuronas, atribuíble a un mayor suministro energético.

Sin embargo, trabajos actuales como el publicado en Science por Perea y Arague (agosto 2009), liberan a las células y fibras “blancas” de su servidumbre y las colocan en el centro de los procesos de aprendizaje y memoria, algo que venían estudiando desde 1977 Szeligo y Leblond en animales expuestos a ambientes enriquecidos con más estímulos.

Partidarios de la sustancia gris o de la blanca, los científicos reconocen un sistema de conexiones y comunicaciones paulatinamente menos precario y más refinado en el humano, que disminuye la sujeción a las conductas biológicamente determinadas y otorga un mayor grado de libertad en las respuestas posibles. Las imágenes por resonancia magnética en 3D, corroboran que la cantidad y calidad de las conexiones neuronales están relacionadas con el potencial para recuperar funciones perdidas por lesiones cerebrales.


Estudios antropológicos retomados por Clifford Geertz en los ´70, decían que el cerebro está abierto a los estímulos externos y que no se sabía cuáles de las propiedades que emergían de su capacidad de conexión se debían al intercambio de experiencias y aprendizaje con los otros. Ahora sabemos, quizás un poco mejor que antes, que es imposible concebir lo que somos sin una intrincada interrelación entre factores biológicos y aprendizajes… y que quizás Phillip Dick, cuando insertó en el sistema inteligente de su androide una historia ficticia, la estaba dotando nada menos y nada más que de la capacidad para intercambiar con otros inteligencia y humanidad.