sábado, 6 de junio de 2009
La "no marcada" naturaleza humana de los primates
¿Porqué ensañarse con un grupo de monos asiáticos comedores de hojas?
La biología evolucionista de los s. XIX y XX forma parte de los debates sobre el lugar del hombre en la naturaleza.
Cómo obviar entonces el infanticidio entre los lagures y no preguntarse ¿por qué y cómo los machos matan a las crías? ¿Cuáles deberían ser las reglas para una observación creíble de tales actos? ¿Por qué y cómo llegaron estas preguntas a tener tanta importancia?
Donna Haraway propone que las historias científicas y populares sobre los primates se hacen eco y permanecen en el interior de procesos sociales de producción y reproducción de la vida humana. También, que las historias de primates forman parte de los recursos públicos para muchas de las disputas sobre luchas ideológicas y prácticas sociales. Pero lo más interesante de todo es que fueron las actividades empresariales y el poder institucional de Washburn lo que hizo de los primates elementos primordiales en sus estrategias de ficción. ¿Qué estamos diciendo? Que el lenguaje está cargado de influencias, independencia, éxitos individuales e identidades atribuidas. Si los primates, gracias a las estrategias de Washburn, no hubieran funcionado como el ¨modelo puro¨ de nosotros mismos, jamás hubieran sido los protagonistas principales de sus estrategias de ficción. Deberíamos aclarar que también el patronímico académico, la Primatología, es una ficción social, y que el lenguaje de un linaje académico no cuenta la historia natural de una familia de investigadores, sino un universo de luchas, preocupaciones mutuas y herencia de herramientas intelectuales e identidades sociales públicas. Al extender la anatomía funcional comparada como parte integrada de la teoría de la selección genética, el legado intelectual de Washburn fue maneras de vivir. Con la hipótesis del hombre cazador como puntal de la actividad patrilineal, él convirtió restos fósiles en reglas de comportamiento social. La agresión, la competición y la dominación fueron vistas como las adaptaciones principales y ejes de la vida en grupo. La hipótesis del hombre cazador funcionó entonces como motor del pasado y futuro humano. La regla consistió en entretejer función y acción con formas de vida. Y la estrategia fue ubicar a sus estudiantes en becas y subvenciones desde las cuales sostener su autoridad. ¿Cómo? Sí, la autoridad se sostiene desde el punto de vista de las fuerzas sociales, desde el ¨exterior¨ de la ciencia. Todas las historias, las de primates también, pueden únicamente hacer visible lo que la gente puede aprender históricamente a ver. Entonces… más allá de los significados que Washburn y sus alumnos atribuyeran a sus estudios con primates, estos fueron los objetos privilegiados para nombrar el “no marcado” lugar humano en la naturaleza, así como para describir la “ no marcada” naturaleza de la sociedad humana. El resultado fue la primacía del modelo babuino en la comprensión de la evolución de los homínidos, el papel central del grupo social y el papel mucho menor de los lazos sexuales, y el drama de la subsistencia masculina como gérmen del origen del hombre, gérmen que incluía la bipedestación, el lenguaje y la cooperación social. Finalmente, la Primatología como ciencia instituyó finalmente a nivel académico algo de lo que se tenía todavía dudas: una ficción de la "no marcada" naturaleza humana.
La biología evolucionista de los s. XIX y XX forma parte de los debates sobre el lugar del hombre en la naturaleza.
Cómo obviar entonces el infanticidio entre los lagures y no preguntarse ¿por qué y cómo los machos matan a las crías? ¿Cuáles deberían ser las reglas para una observación creíble de tales actos? ¿Por qué y cómo llegaron estas preguntas a tener tanta importancia?
Donna Haraway propone que las historias científicas y populares sobre los primates se hacen eco y permanecen en el interior de procesos sociales de producción y reproducción de la vida humana. También, que las historias de primates forman parte de los recursos públicos para muchas de las disputas sobre luchas ideológicas y prácticas sociales. Pero lo más interesante de todo es que fueron las actividades empresariales y el poder institucional de Washburn lo que hizo de los primates elementos primordiales en sus estrategias de ficción. ¿Qué estamos diciendo? Que el lenguaje está cargado de influencias, independencia, éxitos individuales e identidades atribuidas. Si los primates, gracias a las estrategias de Washburn, no hubieran funcionado como el ¨modelo puro¨ de nosotros mismos, jamás hubieran sido los protagonistas principales de sus estrategias de ficción. Deberíamos aclarar que también el patronímico académico, la Primatología, es una ficción social, y que el lenguaje de un linaje académico no cuenta la historia natural de una familia de investigadores, sino un universo de luchas, preocupaciones mutuas y herencia de herramientas intelectuales e identidades sociales públicas. Al extender la anatomía funcional comparada como parte integrada de la teoría de la selección genética, el legado intelectual de Washburn fue maneras de vivir. Con la hipótesis del hombre cazador como puntal de la actividad patrilineal, él convirtió restos fósiles en reglas de comportamiento social. La agresión, la competición y la dominación fueron vistas como las adaptaciones principales y ejes de la vida en grupo. La hipótesis del hombre cazador funcionó entonces como motor del pasado y futuro humano. La regla consistió en entretejer función y acción con formas de vida. Y la estrategia fue ubicar a sus estudiantes en becas y subvenciones desde las cuales sostener su autoridad. ¿Cómo? Sí, la autoridad se sostiene desde el punto de vista de las fuerzas sociales, desde el ¨exterior¨ de la ciencia. Todas las historias, las de primates también, pueden únicamente hacer visible lo que la gente puede aprender históricamente a ver. Entonces… más allá de los significados que Washburn y sus alumnos atribuyeran a sus estudios con primates, estos fueron los objetos privilegiados para nombrar el “no marcado” lugar humano en la naturaleza, así como para describir la “ no marcada” naturaleza de la sociedad humana. El resultado fue la primacía del modelo babuino en la comprensión de la evolución de los homínidos, el papel central del grupo social y el papel mucho menor de los lazos sexuales, y el drama de la subsistencia masculina como gérmen del origen del hombre, gérmen que incluía la bipedestación, el lenguaje y la cooperación social. Finalmente, la Primatología como ciencia instituyó finalmente a nivel académico algo de lo que se tenía todavía dudas: una ficción de la "no marcada" naturaleza humana.
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