lunes, 4 de mayo de 2009

Género neutro. 5- La vanguardia

En La mano izquierda de la oscuridad, Ursula Le Guin asume una perspectiva política que en su época las feministas no habían podido esbozar. Para ella el género no parece sólo una cuestión física o un poderoso factor de asimetría que justifica el reforzamiento de las diferencias para simetrizar los sexos o su banalización o reducción si la realidad de los acontecimientos y las jerarquías de las personas se organizan según el género.

En contacto con el feminismo de los tempranos ‘60, podría decirse que su novela aborda -en un mundo paralelo y fantástico- cuestiones sociales, materiales y políticas, pero a través de aspectos semióticos y simbólicos coincidentes con el actual paradigma de la diversidad.
Así la saga conduce la cuestión de la diferencia -en singular- que rige al patriarcado, hacia una lógica no binaria en el lejano planeta Gueden.
Desde allí Ursula Le Guin cuestionará cualquier tendencia hegemónica, junto a su forma de conocimiento y dominación, atribuyendo un valor princeps al lenguaje y a la representación como sitio de constitución del sujeto y las relaciones con sus semejantes. Pero a diferencia de muchos, por ejemplo Deleuze, quien parte del universal masculino hacia una sexualidad múltiple, Le Guin construye un sujeto sexualizado desde una perspectiva relacional[1], en una sociedad que no recodifica hegemónicamente el género.

A mi entender, el neutro no representa entonces un tercer sexo, equivalente biológico de confuso intersexo, ni un tercer género que pondría en evidencia la diferencia entre la construcción de género y la elección de objeto sexual: no hay en el libro un dimorfismo sexual. Este queda impugnado porque los guedenianos no son hombre ni mujer y son hombre y mujer al mismo tiempo.
El neutro parece más bien un paradigma de género preformativo y múltiple, en el que los marcadores del sexo no son menos arbitrarios que las elaboraciones socioculturales de identidades y roles de género. El tipo de vínculo con el otro no queda determinado de antemano por su sexo: el cuerpo adquiere rasgos complementarios a los del de su amante, cualquiera de los dos puede procrear, la crianza no queda necesariamente a cargo de quien procrea. En la novela el neutro desafía la noción de binariedad, denotando su carácter artificioso, para efectuar un desplazamiento afectivo o relacional del género sobre el sexo.

Le Guin parece entonces superar la problemática del género como categoría fija e inamovible -según la tradición feminista angloamericana-, y la del feminismo de la diferencia -revalorizada en la tradición francesa y continental-, que deconstruye la dominación masculina, acercándose a las propuestas contemporáneas más osadas.
Igual que Jessica Benjamin, la escritora elabora una noción de identidad que parte de relacionarse con otro; deconstruye la “norma cultural que gobierna la materialización de los cuerpos”, como Judith Butler; y podría afirmar, junto a Rosi Braidotti, una visión corporizada de la subjetividad que mantiene una perspectiva abierta.

¿Qué quiere decir todo esto?
Para Jessica Benjamin, psicoanalista winnicottiana, conceptualizar la tensión entre la igualdad y la diferencia, es parte de la crítica a la orientación masculinista del psicoanálisis. “Según esta lógica, la identidad es destino... implica una inevitabilidad, singularidad y una uniformidad que contradice las concepciones psicoanalíticas de la fantasía, la sexualidad y el inconsciente.” Para ir más allá y deconstruir la noción reificada de identidad propone algo más plural -descentrado de la oposición binaria que valora una y desprecia la otra-, donde se aborde el problema de la identidad como un proceso psíquico interno de diferencias múltiples e identificaciones inestables.

Según Judith Butler... “Hay una vinculación de este proceso de “asumir”un sexo con... la identificación y con los medios discursivos que emplea el imperativo heterosexual para permitir ciertas identificaciones sexuadas y excluir y repudiar otras. Esta matriz excluyente mediante la cual se forman sujetos requiere pues la producción simultánea de una esfera de seres abyectos, de aquellos que no son “sujetos”, pero que forman el exterior constitutivo del campo de los sujetos. Lo abyecto designa aquí precisamente aquellas zonas “ invivibles”, inhabitables de la vida social que sin embargo, estan densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de los sujetos, pero cuya condición de vivir bajo el signo de lo” invivible”es necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos.” Tal demarcación producirá un ámbito de sexo no legitimado.

Rosi Braidotti toma como punto de partida la mayor parte de las redefiniciones feministas de la subjetividad, y desarrolla el concepto de materialidad corporal poniendo énfasis en la estructura corporizada, y por lo tanto, sexualmente diferenciada, del sujeto hablante. Para ella el estado nómade es una cualidad asociativa que permitiría al deseo su permanentemente relocalización, así como un conjunto de narraciones de la propia genealogía corporizada, revisitando ciertas localizaciones semánticas y justificándolas.

Digamos entonces que en la novela es mucho menos importante la conformación anatómica de los personajes que mostrar cómo estan construidos culturalmente y qué procesos psíquicos y afectivos modelan continuamente sus cuerpos. Los protagonistas se encuentran en un permanente proceso de identificación con posiciones culturalmente distintivas, organizadas sexualmente pero sin la dicotomía que hace de los géneros categorías reificadas y subalternas.

Una pista acerca de la idea que tiene la escritora sobre la constitución subjetiva puede leerse en su versión del Tao Te King. Allí hay una nota suya al pie del capítulo Ser diferente donde aclara: “La diferencia entre el sí y el no, lo bueno y lo malo, es algo que sólo los “brillantes”, la gente que tiene las respuestas, puede comprender. Un pobre taoísta estúpido no puede distinguirla."
El capítulo esta lleno de palabras como huang (salvaje, estéril; hambruna), tun (ignorante, caótico), men (triste, desconcertado, apagado) y hu (confuso, oscurecido, vago). Configuran el caos, la confusión, el “desconcierto” por el que vaga la mente sin certidumbres, desolada, silente, incómoda. Pero en esta alienidad lechosa y apagada se encuentra el camino. No se lo puede encontrar en el orden superficial impuesto por las opiniones positivas y negativas, la moralización de lo bueno / malo, del sí/no que niega el temor e ignora el misterio.“

El valor fundamental de la saga es afianzar la relación con el sí mismo y el otro no en una oposición identitaria o una proximidad persecutoria, sino en el misterio de lo múltiple y la belleza de la mutualidad, cuyo carácter sagrado se hace presente para Le Guin con una potencia performativa o procreativa mayor que la sexual.


[1] Perspectiva relacional es una denominación empleada por la psicoanalista Jessica Benjamin para su enfoque crítico de la construcción de la subjetividad.

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