lunes, 4 de mayo de 2009

Género neutro. 7- Articulaciones para otro sujeto

Quizás hemos tenido la suerte, por la facilidad de viajar de hoy en día y la nada rara aventura de encontrarse con personas de otras culturas, de saber por experiencia propia que donde conviven diversos sistemas de representación existe un desafío: trasponer el hiato. El "hiato" sería esa distancia que no sabemos bien cómo acortar y maximiza la tensión subjetiva entre un “nosotros” con quienes simpatizamos pese a las diferencias, y esos inquietantes “ellos”, de quienes mantenemos una prudente separación por más derecho que les reconozcamos a ser diferentes.

Ursula K. Le Guin, escritora prolífica y utopista, aborda profundamente este tema en La mano izquierda de la oscuridad. La novela recorre narrativamente un camino propio para articular las diferencias: para ella, los paradigmas del patriarcado en su distorsión, han dejado de ser el lugar transhistórico de autentificación. En su ficción entonces reelabora otro orden:
... “La descendencia es reconocida en la línea materna, el “padre en la carne”...”El incesto esta permitido entre hermanos de sangre de un voto de kémmerer. Los hermanos, sin embargo, no estan autorizados a hacer voto de kémmerer, ni a mantener el kémmer luego del nacimiento de un niño. El incesto entre generaciones esta estrictamente prohibido...”

Mientras tanto, la tendencia hacia la “normalidad” genera en cada uno un tembladeral que afecta las lógicas internas de la mismidad y de la diferencia. El consejero dirá a Ai:
Sabe usted por propia experiencia, lo que es el patriotismo?
No –dije...No me parece. Si por patriotismo no entiende usted el amor al sitio natal, pues eso si lo conozco.
--No, no le hablo del amor, cuando me refiero al patriotismo. Hablo del miedo. El miedo del otro. Y las expresiones de ese miedo son políticas, no poéticas... Nuestro camino nos llevó demasiado lejos. Y usted, procede de un mundo donde las naciones desaparecieron hace siglos, que apenas entiende de qué hablo, que nos ha mostrado el nuevo camino...”


Clifford Geertz, un antropólogo norteamericano, declara en Los usos de la diversidad: “Que los confines de “nuestro” mundo sean los límites de “nuestro” lenguaje no implica que lo que podamos decir o apreciar esté capturado por los márgenes de nuestra sociedad, o nuestra teoría, sino que el alcance de nuestras mentes, el rango de lo que podamos interpretar, define el espacio intelectual, emocional y moral en que vivimos”. A mayor alcance, más podremos desarrollarlo y comprender lo que está en sombras.

Por eso Estraven no equipara conocer a pensar las diferencias. Para él, conocer es “ver, como en un relámpago, todo a la vez. Ver la totalidad”, parándose en el centro del tiempo: un presente llamado siempre Año Uno, cuya perspectiva envuelve al tiempo y se expande hacia una constelación infinita de puntos, haciendo inadecuado para esto al pensamiento binario, que es lineal.

Ese sentido profundo y discontínuo de las cosas, invoca un tiempo mítico o de transformación, de resistencia, de genealogías y de devenir; un tiempo cuyo paso no esté marcado por lo probado, sino por lo posible. Y Le Guin otra vez parece inspirar a quienes piensan que lo diferente no es un factor de asimetría sino la base de un proyecto político nómade y que la diversidad suministra otras bases fundacionales, para una nueva subjetividad.

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